viernes, 2 de octubre de 2009

IGUAL Y POR SEPARADO


Sucedió en esa época del año en que, indefectiblemente, llegan los balances.
Ellos –los dos igual, y por separado- dudaban: ¿alguna vez borrarían de la columna del debe las cuestiones de amor?
Dudaban porque los dos –igual y por separado-, habían imaginado que, a los treinta y pico, el amor, la familia y los hijos serían tan cotidianos en sus vidas como el mate, el trabajo, la buena música o la casa propia.
Venían –los dos, por separado- de un derrotero de derrotas.
El la invitó a tomar un vino y la dejó plantada la primera vez. Lo perdonó, salieron, se gustaron y se malentendieron cuando ella le contó que ya había planificado sus vacaciones: él supuso que quería andar sola por la vida y sin abrazos; ella, que parecía indeclinable en sus decisiones, pensó lo contrario: cambiar de planes y buscar un lugar en la playa que pudieran compartir.
Entonces así, malentendidos, se dijeron las cosas más inconvenientes, justo en el momento en que algo bueno podía comenzar.
Como si el derrotero de derrotas estuviera escrito en su destino, como si el presente que habían imaginado nunca pudiera convertirse en un futuro posible, les ganó el miedo, la ansiedad y la bronca.
Ella –las mujeres hablan demasiado a veces- fue más dura y extensa en sus reproches.
El –más terminante-, no pudo aceptar que la impaciencia la hubiera hecho cruel.
En distante coincidencia veranearon. Los dos igual, y por separado. Pensando cada uno en el otro, en cuánto se gustaban y en esa historia posible que se habían perdido.

por V.S.

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